miércoles, 29 de diciembre de 2010
Yo no sabía que no tenerte
¿Quién no arma una vida con obras que le deleitan? Nos apropiamos del logro ajeno sin adjudicárnoslo. Como Eliseo Subiela pensó para el personaje de Dario Grandinetti en "El lado oscuro del corazón".
Esta es mi escena favorita, con uno de mis poemas favoritos de Juan Gelman.
martes, 14 de diciembre de 2010
El secreto de sus ojos: donde el nudo se afloja
En el tenor de las historias policiacas, con un misterio planteado y el anhelo de resolución que hace avanzar cualquier trama por mala que ésta sea, se encuentra El secreto de sus ojos (Argentina 2009), ganadora del Óscar a la mejor película extranjera este año. Filme tradicional y refrescante ―por ilógico que suene―: en medio de los clichés y lugares comunes de las narraciones policiales, se entrelaza un relato conmovedor sobre las oportunidades y las decisiones, que más que segundas oportunidades son elecciones tardías.
El secreto de sus ojos cuenta la historia de Benjamín Espósito, ex empleado de un juzgado penal, quien decide revivir, por medio de la escritura de una novela, el capítulo más inquietante de su vida. El ahora escritor rememora la Argentina de los sesenta y setenta, tiempo en el que tuvo lugar el homicidio nunca resuelto de Liliana Colotto de Morales, y construye su propia versión de lo que debió haber sucedido. Así, se avanza por medio de retrocesos hacia el pasado, que arrojan un halo de luz sobre las consecuencias de toda una vida.
En la desesperación por resolver el asesinato, que se complica por la eterna corrupción humana y las implicaciones políticas que lo circundan, Espósito se entregará completamente al caso y perderá en ese esfuerzo algunas de sus motivaciones personales, amistades y amores.
Pese a lo policiaco, conforme se desarrolla la historia nos damos cuenta de que la película es realmente dos películas, pues el crimen de homicidio está supeditado a una historia quizá más importante para el propio Espósito: el crimen de no vivir la vida que nos corresponde. Si la vida de uno es un gran amarre de vivencias, pequeñas y trascendentales, y se tiene la completa certeza de no haber vivido plenamente (si es que eso es acaso posible), cada cierto tiempo podemos preguntarnos ¿qué cabos quedaron sueltos y dónde el nudo quedó flojo?
No es una segunda oportunidad porque realmente no se puede vivir dos veces: sólo se anhela una vuelta, como Espósito con sus recuerdos y escritura; es elección que toma años y años en ser tomada. El tiempo pone a los personajes en el lugar que les corresponde cuando la intensidad con la que se vive ofusca la voluntad del destino (que cada quien se elige construir, de nuevo, por ilógico que suene).
Celebro una magistral historia del cine latinoamericano pues, en medio de una realidad muy próxima a la fatalidad, aún se tienen grandes victorias como ésta.
lunes, 8 de noviembre de 2010
Ir al cine
A Karla, mi compañera
La paradoja perfecta se transforma en oxímoron:
me ausento en compañía de la multitud.
Cuando iba para no ver,
en las sombras y entre rostros sin rostro,
aprendía a amar.
También cuando vi,
colectivamente,
aprendía a amar y añorar:
We´ll always have Paris.
A la velocidad de la luz
y tiempos estandarizados
viajé y fui otro.
Y también ahora voy,
y aprendo a amar como un loco,
dejándome ir
pero teniéndote a mi lado.
Y seguiré yendo,
ausentándome con todos,
y seguiré aprendiendo a amar
hasta que la película termine.
jueves, 22 de julio de 2010
Micmacs: de la tragedia a la fiesta y la belleza
miércoles, 21 de julio de 2010
La cinematografía en nuestra ¿televisión cultural? (segunda parte)
Dejando atrás la discusión en torno a lo cultural versus lo no cultural (si es que eso existe), es tiempo de hablar de un espacio en la televisión abierta donde se muestra un tipo de cine que difícilmente conseguiría ver luz de otra manera. Están las salas especializadas, los cineclubes y los esfuerzos notables, que van desde la piratería hasta las funciones académicas, como opciones de exhibición para pasar aquellas películas que por alguna u otra razón tienen algún mérito notable que no alcanzó a ser reflejado en las ganancias de taquilla de las grandes cadenas; sin embargo, ninguna de estas alternativas nos resulta más sencilla que un simple prender y apagar la televisión.
El canal 22 (¿el canal cultural?) destina parte de su programación al fomento de películas nacionales e internacionales, tanto recientes como clásicas, de años de antigüedad. Entiendo que el cine sólo es cine si ve en una sala, pero celebro que ante la ausencia de oportunidades para el cine mexicano y el cine de calidad (no de “alta cultura”, sino el cine precioso, con destacados logros estéticos o narrativos), exista este espacio de distribución para filmes que de otra manera quedarían en el olvido metálico de las latas que contienen las cintas.
En la página de internet del canal dirigido por Jorge Volpi hay una sección dedicada al cine, al dar clic sobre la misma se despliega una nueva página (Cinema 22) con la barra programática del 22 en materia cinematográfica. Una vez ahí, usted podrá dar cuenta de tres menús de opciones que se actualizan mensualmente: cine mexicano, nuestro cine (cine iberoamericano) y cine club 22 (cine del resto del mundo). Y la información no se detiene como mero indicativo de la hora y el día en que pasará tal o cual película: si uno decide ir más a fondo, aparecen una sinopsis, la ficha técnica y comentarios sobre el filme a exhibir.
Insisto, como alternativa es encomiable y pésele al medio y a la pantalla que le pese, y contrario a su muerte anunciada durante el siglo pasado, el cine sigue estando tan vivo y presente como lo ha estado desde hace más de 100 años, sólo es cuestión de saber buscar.
lunes, 5 de julio de 2010
La cinematografía en nuestra ¿televisión cultural? (primera parte)
Cuando se trata de definir qué es la cultura, se corre el riesgo de hablar sobre pequeñeces o sobre inmensidades que, lejos de aclarar un punto, nos confunden más. Sin embargo, la antropología cultural ha optado por tomar partida de aquellas definiciones integradoras que hablan de la totalidad, como ésta clásica de Edward B. Tylor: “La cultura (…) es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la sociedad”.
Por más de un siglo, ésta ha sido la visión de lo que, para la antropología, debiera representar la cultura; cosa muy distinta de lo que en la práctica se entiende del concepto. A veces se utiliza la palabra para hablar de modos de ser o modos de vida que parecieran calificarse como mejores o peores entre sí. Por ejemplo, si miro con lujuria a una dama y además no me contengo de ofrecerle un piropo que relacione directamente su figura con un deseo carnal oculto en mi lenguaje más común y sencillo (“en esa cola sí me formo”), puedo ser tachado de inculto; en cambio, si sé "comportarme" en una cena de gala y atiendo con delicadeza a la norma de coger siempre los cubiertos de afuera hacia adentro, tengo mucha cultura.
No es esa la cuestión; todos los comportamientos, los “guarros” y los “refinados”, a fin de cuentas son expresión de aquella totalidad tyloriana y debieran entenderse como cultura. Sin embargo, el equívoco tiene alcances mayores, como en los medios de comunicación masivos cuando se distingue entre una televisión “cultural” de una que no lo es. Para mí toda la televisión es cultural y punto, tanto telenovelas como Soy tu dueña y programas como La academia, o reality shows como Opera prima. Todos son expresión de alguna parte de nuestra sociedad. No hablo de qué me gusta o que no, ni halago los valores estéticos o de producción en unos u otros programas; eso lo dejo a criterio de cada quien.
Los canales de las grandes televisoras, los que ofrecen la televisión ¿no-cultural?, son ventana de exhibición para la cinematografía nacional: ayer, por ejemplo, el canal 5 pasó la película El padre Amaro; el canal 2 ha exhibido cine nacional todos los domingos durante muchísimo tiempo; televisión azteca en menor medida, pero también lo ha hecho. Todos estos espacios ofrecidos por Azteca y Televisa son relativamente pequeños de acuerdo con la cantidad de tiempo que podrían destinar a mostrar películas nacionales, pero, aunque me pese, eso no las hace menos culturales, sino simplemente se opta por ofrecer otro tipo de contenidos quizá no tan nacionales, pero sí pertenecientes a nuestra cultura.
No pretendo tampoco defender lo mexicano por ser simplemente mexicano, ese argumento no es válido para mí. Lo que sí intento es hablar sobre un espacio en la televisión mexicana, donde se pueden observar esas películas que difícilmente ven luz de otro manera, pero eso será en la siguiente entrada del blog.
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miércoles, 16 de junio de 2010
Mi favorita de los Oscar
Por segunda vez en la historia de los premios Oscar, diez filmes fueron nominados en la categoría de mejor película. La ganadora, como bien es sabido, fue The hurt locker, película que gira la mirada en torno a las problemáticas directas de la guerra y se enfoca en las que surgen como consecuencia de vivir en condiciones atípicas de convivencia. Reconozco que, más que una verdadera evaluación de lo mejor de la cinematografía mundial, la ventana que representa la aclamada premiación es una oportunidad de hacer eco sobre lo mejor de la industria hollywoodense.
Acompañando a la vencedora hubo 9 historias más, tan diversas y disímiles en las temáticas, como en la manera de abordarlas. Si en este humilde bloguero hubiera estado la decisión de elegir a la ganadora, sin duda el premio habría estado entre The lovely bones o Sector 9. ¿Casualidad o causalidad de que Peter Jackson participe como director y productor respectivamente? Al final se lo hubiera dado a la primera por una mínima ventaja.
The lovely bones, o Desde mi cielo, título con el que apareció la película en nuestro país, entremezcla un thriller de las sociedades modernas, como lo es la aparición de un asesino serial, con la metafísica más ligera, y no por ello malograda, del mensaje de la vida en el más allá que da la película. Un homicidio desencadena una pregunta sin respuesta del tamaño de la vida y la muerte y se convierte en el nodo que enlaza ambos aspectos: ¿Por qué a mí?
Debe ser difícil aceptar que el tiempo que nos es concedido en la tierra haya expirado, sobre todo si crees que te fue quitado injustamente y en tu alma quedan un profundo rencor y negación que te orillan a desear el mal a tu asesino. De esa manera, entre el suspenso de acompañar las acciones de un criminal encubierto, la tristeza de ver una familia desecha y la negación de una niña que, desde el más allá, no acepta su muerte, es como avanza la película. El desarrollo es magistral: la edición brinca de un mundo a otro y cuenta la compleja y entrelazada conexión que supera cualquier tiempo y existe en las relaciones humanas.
Otro punto a favor que engrandece la credibilidad de la obra es la elección de un casting repleto de caras “nuevas” de actores consolidados. Desde luego que no es el debut de Mark Whalberg ni de Stanley Tucci, pero el protagonismo del primero no es tal que en torno a él gire la película, y la caracterización e interpretación del segundo sorprenden al grado de no notar de quien se trata. El papel de Susie Salomon, la chica en torno a quien gira toda la trama, es interpretado por la bella Saoirse Ronan, quien sí realiza su actuación más importante hasta la fecha.
Como fan de las películas de El Señor de los anillos que me considero, y como coleccionista de Bad Taste, uno de los primeros trabajos de Peter Jackson, reconozco en Desde mi cielo no a su más grande producción (la saga de Tolkien le llevó años de realización) sino a la mejor lograda. Nueva Zelanda podrá no calificar a la siguiente fase en la copa mundial de futbol, sin embargo, en el gordito director tiene a uno de los campeones mundiales de la cinematografía actual.
miércoles, 2 de junio de 2010
Una lección de un clásico para otro
Debo reconocer que tenía mucha fe en el reciente estreno del remake de Pesadilla en la calle del infierno, pensaba que los nuevos avances tecnológicos o una participación destacada de algún guionista actual, nutrido de todas las nuevas vertientes del terror, podrían retocar la genial idea de aquel que te ataca mientras duermes: Freddy Krueger. Sin embargo, y para tristeza mía, la película representa un verdadero refrito en toda la extensión de la palabra: frita la trama en siete películas precedentes que dificultan la posibilidad de algo novedoso, frita la práctica de querer suplir carencias narrativas con efectos espectaculares y frito el personaje: envuelto en llamas por ser un pervertido sexual.
No sé si atribuírselo al desfase generacional, a un miedo infantil superado, o a ambas razones, pero Pesadilla en …. no logró atraparme realmente como lo hicera años atrás la primera versión. De manera atrabancada, la historia se devela lentamente al inicio y a tropezones en muchas partes, donde las propias reglas de juego establecidas por la película se rompen una y otra vez. La cuestión, desde mi muy humilde punto de vista, es que no se conjunta un universo congruente y creíble (ojo, que no estoy diciendo verdadero sino verosímil), sobre todo por la relación entre el malo de la película y la “favorita de sus acosadas”.
Detengo hasta aquí el juicio carnicero; cuando no se puede decir nada bueno al respecto es mejor guardar silencio o, en este caso, ocupar espacio hablando de otra película. ¿Qué filme de terror sí me gusta? Muchos, hay un océano de filmes superiores a “al nuevo de Freddy”. Por ejemplo, y ahí va mi recomendación del día, Suspiria (1977) de Dario Argento.
La historia de Suspiria se desenvuelve en la alemana ciudad de Friburg, en donde una chica, Suzy Banyon, arriba a una academia de baile con la intención de perfeccionar su danza. Desde de su llegada, una serie de acontecimientos sobrenaturales y asesinatos serán el común denominador que acompañe la vida académica. Eventualmente, la protagonista se dará cuenta de que en su escuela incide algo más que una siniestra organización y algunos de sus personajes alcanzaran personalidades fantásticas. Omito el detalle para no arruinar el deleite de la obra.
Acaso poco comentada e incluso subvalorada, Suspiria es una joya del género: infinitamente mejor a muchos de los churros cinematográficos que, por contar un presupuesto envidiable por cualquier país tercer mundista, tratan de suplir carencias con efectos, personalidades y marketing. La película hace uso de elementos que, en primera instancia, parecieran inocentes, como es el caso de la sangre en demasía, lo directo y brutal de las imágenes de asesinato, sugerencias visuales de maldad, entre otros; pero todos, bajo la óptica de Argento y conjuntada en el todo de la obra, adquieren un tinte distinto que pasa a segundo plano y está subordinado por la trama.
El cineasta italiano encuentra la delicadeza en el exceso: no es muy poético ni tampoco pretensioso; en cambio, con su rudeza visual, nos recuerda que el verdadero terror es aquel que me hace pensar que yo, individuo, pueda morir. Italo Calvino dice al respecto de los libros clásicos, que éstos nunca terminan de decir lo que tienen que decir. Me sumo: lo mismo sucede con el cine, las obras cumbre siempre nos ofrecen lecciones que aprender: una buena idea (y, aclaro, alguien que te ataque en tus sueños es una idea extraordinaria de terror) contada de buena manera, sin prisas y con coherencia, no tiene ningún problema en convertirse en verosímil.
Como dato curioso adicional, uno de los actores que participan en la película es Miguel Bosé, y no, no es sólo un homónimo, es el ahora famoso cantante cuando apagaba veintiún velitas en el pastel.
Un comentario final que tomé del trailer de la película dice: “La única cosa más terrorífica que los últimos doce minutos de Suspiria, son los primeros noventa y dos”
Aquí el tráiler:
http://www.youtube.com/watch?v=_8zbV_fFkYs
domingo, 30 de mayo de 2010
La historia en el cine y la validez de la representación
El cine de corte histórico, normalmente asociado a las superproducciones debido a la dificultad que supone transportar el pasado de alguna nación hasta el presente, ha sido, es y continuará siendo uno de los temas predilectos de la cinematografía mundial. El séptimo arte ha resuelto, en parte, el anhelo roto que generara la máquina de George Wells a finales del siglo XIX: no hay ningún viaje físico, sólo se nos transforma en espectadores ausentes, situados fuera la temporalidad a la que pertenecemos y con la ventaja de lo visual en movimiento que tanto envidia la historia escrita. La cinematografía nos traslada a otros tiempos (ficcionales completos o ficcionales basados en acontecimientos reales) y nos permite descansar momentáneamente de la sensación de vivir nuestra propia vida todo el tiempo.
Si bien no existe duda sobre la predilección de la pantalla grande a la hora registrar la historia (el cine es, en estricto sentido, una evocación de algo pasado), sí existen distintos enfoques que podrían clasificar al cine en documental y ficcional, y a éste último en ficciones “originales” y ficciones “adaptadas”, ya sea a partir de un libro, un videojuego o la historia misma de cada nación. Además, el cine permite re-crear condiciones que de otro modo sería imposible observar: cómo podríamos acaso haber visto al último chango o primer hombre de la cadena evolutiva en 2001: A space odyssey (1968) de Stanley Kubrick.
La historia nos ofrece un complejo entramado de temas y personajes que no siempre resisten a la tentación de ser interpretados y moldeados en filmes. Al respecto, quiero hablar esta vez de un caso muy particular de un filme que reconstruye el pasado de otra nación diferente a la suya: la película Juárez (1939) de William Dieterle, producida por la Warner Bros.
Juárez, una película estadounidense sobre México
Armoniosamente ambientada en el México de fines del XIX, Juárez aborda el problema del choque de una república con la instauración del “segundo imperio mexicano”. El título es corto pues omite olímpicamente a Maximiliano y Carlota, personajes protagonistas en nuestra historia y en la película misma, pero la razón se intuye cuando de manera implícita y explícita se sugiere y observa a un Juárez simpatizante y en contacto directo, vía correspondencia, con Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos, “país defensor de la democracia y la libertad de las naciones”.
Aunque la película es la reinterpretación de un hecho histórico verdadero, se constituye más como una interpretación propia de la novela The Phantom Crown, cuyo tema central es el mismo “segundo imperio”. Entonces, hay un doble juego modificador: de lo realmente sucedido a la novela y de ésta al cine. Además, Herman Lissauer, investigador de la Warner para la película, afirma haber consultado más de trescientos libros para la construcción de la trama. Pese a lo distante o apegado a la realidad que pudiera ser el filme, debemos entender que lo expuesto es una visión ficcional de lo que ocurrió y por tanto no asumirlo como “lo que realmente sucedió”.
En la película, Juaréz y Maximiliano intentan gobernar, desde una república y monarquía, respectivamente, a México, en medio de intensos combates e intentos fallidos de acercamiento por parte de los espurios europeos, que de alguna manera se presentan como víctimas de Napoleón III. El desenlace es por todos bien sabido y cabalmente convertido en melodrama con ayuda de la canción La paloma, que era del gusto de la emperatriz.
Las curiosidades del filme no son pocas y se asoman al ojo apenas uno reconoce en los actores a los héroes que nos dieron patria. Benito Juárez, por ejemplo, representado por Paul Muni, actor austriaco criado en Chicago, usa un peluquín al estilo Herman Monster y parece aclarar toda duda en torno al origen de la famosa frase “le hace lo que el viento a Juárez”; en ninguna parte de la película se le verá agitado y con el cabello desalineado.
A John Garfield corresponde el papel de Don Porfirio en sus años mozos y la etapa como general al servicio de la república de Juárez. Memorable es una escena donde Díaz, prisionero del imperio, come un elote y recibe la visita de Maximiliano, quien propone un cese al conflicto y la instauración de un Imperio con el mismo Habsburgo al frente y Benito Juárez como su primer ministro.
Y en el papel de los emperadores están Brian Aherne, como Maximiliano, y la mismísima Bette Davids, quien apareciera en película importantísimas como All about Eve, o What ever happened to Baby Jane? en el papel de Carlota.
Lejos de decir si la obra interpreta fielmente o no la historia de nuestro país, el filme tiene un valor estético notable al integrar de manera audaz un drama de la vida real en dos horas de duración. La trama alcanza tintes de tragedia al mostrar a unos emperadores comprometidos por un país al que realmente quisieron y el cual significó su acabose, y se afirma con muchos puntos melancólicos en donde la justicia, ciega e imparcial, acaba con la vida de personas que parecieran merecer mejor suerte.
Juaréz le ganaría a la Warner dos demandas años después, una por parte Miguel Contreras Torres, quien antes había filmado Juárez y Maximiliano (1933), La paloma (1937) y The mad Empress (1939), las tres sobre el mismo tema, y que funcionaran como argumento de defensa contra plagio, mismo que nunca fue aceptado, pues ¿quién tiene los derechos sobre la historia de un país? Al final las películas del mexicano fueron compradas por la Warner y enlatadas como medida de prevención para que Juárez se perpetuara como la obra cumbre al respecto del tema. La otra reclamación fue por uno de los hijos de Porfirio Díaz, quien sustentaba que el precario conocimiento de la historia mostrado en el filme derivaba en la falsación y por tanto en la difamación de su padre.
Pese a todo, Juárez tuvo un gran éxito comercial y estuvo nominada a dos premios Oscar, a la mejor cinematografía y al mejor actor de reparto, para Brian Aherne. Para mayor referencia del cine sobre Juárez y Maximiliano conviene acercarse a la obra de Contreras Torres que menciono o al texto México visto por el cine extranjero de Emilio García Riera.
Aquí un link del tráiler de la película: