El cine de corte histórico, normalmente asociado a las superproducciones debido a la dificultad que supone transportar el pasado de alguna nación hasta el presente, ha sido, es y continuará siendo uno de los temas predilectos de la cinematografía mundial. El séptimo arte ha resuelto, en parte, el anhelo roto que generara la máquina de George Wells a finales del siglo XIX: no hay ningún viaje físico, sólo se nos transforma en espectadores ausentes, situados fuera la temporalidad a la que pertenecemos y con la ventaja de lo visual en movimiento que tanto envidia la historia escrita. La cinematografía nos traslada a otros tiempos (ficcionales completos o ficcionales basados en acontecimientos reales) y nos permite descansar momentáneamente de la sensación de vivir nuestra propia vida todo el tiempo.
Si bien no existe duda sobre la predilección de la pantalla grande a la hora registrar la historia (el cine es, en estricto sentido, una evocación de algo pasado), sí existen distintos enfoques que podrían clasificar al cine en documental y ficcional, y a éste último en ficciones “originales” y ficciones “adaptadas”, ya sea a partir de un libro, un videojuego o la historia misma de cada nación. Además, el cine permite re-crear condiciones que de otro modo sería imposible observar: cómo podríamos acaso haber visto al último chango o primer hombre de la cadena evolutiva en 2001: A space odyssey (1968) de Stanley Kubrick.
La historia nos ofrece un complejo entramado de temas y personajes que no siempre resisten a la tentación de ser interpretados y moldeados en filmes. Al respecto, quiero hablar esta vez de un caso muy particular de un filme que reconstruye el pasado de otra nación diferente a la suya: la película Juárez (1939) de William Dieterle, producida por la Warner Bros.
Juárez, una película estadounidense sobre México
Armoniosamente ambientada en el México de fines del XIX, Juárez aborda el problema del choque de una república con la instauración del “segundo imperio mexicano”. El título es corto pues omite olímpicamente a Maximiliano y Carlota, personajes protagonistas en nuestra historia y en la película misma, pero la razón se intuye cuando de manera implícita y explícita se sugiere y observa a un Juárez simpatizante y en contacto directo, vía correspondencia, con Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos, “país defensor de la democracia y la libertad de las naciones”.
Aunque la película es la reinterpretación de un hecho histórico verdadero, se constituye más como una interpretación propia de la novela The Phantom Crown, cuyo tema central es el mismo “segundo imperio”. Entonces, hay un doble juego modificador: de lo realmente sucedido a la novela y de ésta al cine. Además, Herman Lissauer, investigador de la Warner para la película, afirma haber consultado más de trescientos libros para la construcción de la trama. Pese a lo distante o apegado a la realidad que pudiera ser el filme, debemos entender que lo expuesto es una visión ficcional de lo que ocurrió y por tanto no asumirlo como “lo que realmente sucedió”.
En la película, Juaréz y Maximiliano intentan gobernar, desde una república y monarquía, respectivamente, a México, en medio de intensos combates e intentos fallidos de acercamiento por parte de los espurios europeos, que de alguna manera se presentan como víctimas de Napoleón III. El desenlace es por todos bien sabido y cabalmente convertido en melodrama con ayuda de la canción La paloma, que era del gusto de la emperatriz.
Las curiosidades del filme no son pocas y se asoman al ojo apenas uno reconoce en los actores a los héroes que nos dieron patria. Benito Juárez, por ejemplo, representado por Paul Muni, actor austriaco criado en Chicago, usa un peluquín al estilo Herman Monster y parece aclarar toda duda en torno al origen de la famosa frase “le hace lo que el viento a Juárez”; en ninguna parte de la película se le verá agitado y con el cabello desalineado.
A John Garfield corresponde el papel de Don Porfirio en sus años mozos y la etapa como general al servicio de la república de Juárez. Memorable es una escena donde Díaz, prisionero del imperio, come un elote y recibe la visita de Maximiliano, quien propone un cese al conflicto y la instauración de un Imperio con el mismo Habsburgo al frente y Benito Juárez como su primer ministro.
Y en el papel de los emperadores están Brian Aherne, como Maximiliano, y la mismísima Bette Davids, quien apareciera en película importantísimas como All about Eve, o What ever happened to Baby Jane? en el papel de Carlota.
Lejos de decir si la obra interpreta fielmente o no la historia de nuestro país, el filme tiene un valor estético notable al integrar de manera audaz un drama de la vida real en dos horas de duración. La trama alcanza tintes de tragedia al mostrar a unos emperadores comprometidos por un país al que realmente quisieron y el cual significó su acabose, y se afirma con muchos puntos melancólicos en donde la justicia, ciega e imparcial, acaba con la vida de personas que parecieran merecer mejor suerte.
Juaréz le ganaría a la Warner dos demandas años después, una por parte Miguel Contreras Torres, quien antes había filmado Juárez y Maximiliano (1933), La paloma (1937) y The mad Empress (1939), las tres sobre el mismo tema, y que funcionaran como argumento de defensa contra plagio, mismo que nunca fue aceptado, pues ¿quién tiene los derechos sobre la historia de un país? Al final las películas del mexicano fueron compradas por la Warner y enlatadas como medida de prevención para que Juárez se perpetuara como la obra cumbre al respecto del tema. La otra reclamación fue por uno de los hijos de Porfirio Díaz, quien sustentaba que el precario conocimiento de la historia mostrado en el filme derivaba en la falsación y por tanto en la difamación de su padre.
Pese a todo, Juárez tuvo un gran éxito comercial y estuvo nominada a dos premios Oscar, a la mejor cinematografía y al mejor actor de reparto, para Brian Aherne. Para mayor referencia del cine sobre Juárez y Maximiliano conviene acercarse a la obra de Contreras Torres que menciono o al texto México visto por el cine extranjero de Emilio García Riera.
Aquí un link del tráiler de la película:
Anda... Y yo sin saber de la existencia de esta joyita...
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